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POR EL CORONEL
D. PEDRO ANDRES GARCIA.
Primera Edicion.
BUENOS-AIRES.
IMPRENTA DEL ESTADO.
1836.
Las pampas de Buenos Aires tuvieron en otros tiempos suscaravanas y romerias: no para visitar mosqueas, ni para hacer expiaciones,sino para empresas lucrativas, que llenaban las arcas delerario y suplian las necesidades públicas. Su objeto era proveer desal á la poblacion, extrayéndola de una gran laguna que yace alsud, en un parage que estaba entonces en poder de los indios. Losvireyes, que dirigian estas operaciones, tenian que solicitar de loscaciques el permiso de introducirse en su territorio, ofreciéndoles algunregalo para amansarlos.
Estas negociaciones, que se renovaban cada año, eran una delas tareas mas ingratas del gobierno de Buenos Aires; cuya autoridaddesconocian y ajaban esos indómitos moradores del desierto. Pero elCabildo, que contaba entre sus recursos el producto de la ventaexclusiva de la sal, se empeñaba en que no se desistiese de estafaena, à lo que condescendia el gobierno por la oportunidad que leprocuraba de observar à los indios y de explorar su territorio.
Cuando se acercaba la época de estos viages, que solian emprenderseal principiar el verano, se avisaba por bando el dia de lasalida y el punto de reunion para los que querian acompañarla.Este anuncio ponia en movimiento à la campaña, cuyos habitantesconcurrian gustosos con sus carros y peones, no solo por su utilidadsino para procurarse una diversion.[ii]Estas expediciones ofrecian un espectàculo imponente, por elòrden con que un numeroso convoy de carruages y ginetes desfilabaen aquellas vastas soledades, que se animaban con su presencia.
La que se efectuò en 1778, en tiempo del virey Vertiz, constabade 600 carretas, aperadas con 12,000 bueyes y 2,600 caballos, yasistidas por cerca de 1,000 hombres, bajo la escolta de 400 soldadosal mando de un Maestre de Campo. Este aparato de fuerza erael mejor arbitrio para contener á los indios, naturalmente inclinadosà los acometimientos y al robo: y la falta de medios de represion expusoal autor del presente diario à grandes peligros, de que solo pudolibrarle su entereza.
La perplexidad que debia inspirarle lo azaroso de su posicion,y la especie de sitio en que lo tenian los indios, no le impidieronde someter à una diligente investigacion sus costumbres salvages, yel hermoso pais que habitaban: de todo habla con acierto, y estosdetalles amenizan la narracion y hacen sumamente interesante sulectura. Las mas pequeñas incidentes de la ruta, todos los pormenoresde sus entrevistas con los caciques, estàn relatados con un nobley apreciable candor. La exageracion y la mentira, que comunmentefor