Nota del Transcriptor:
Se ha respetado la ortografía y la acentuación del original.
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La portada fue diseñada por el transcriptor y se considera dominio público.
BIBLIOTECA DE GRANDES NOVELAS
CARLOS DICKENS
TRADUCCIÓN DE
GREGORIO LAFUERZA
BARCELONA
RAMÓN SOPENA. Editor
PROVENZA, 93 A 97
Derechos reservados.
Ramón Sopena, impresor y editor, Provenza, 93 a 97.—Barcelona
Concebí las líneas generales deesta historia cuando representécon mis hijos y amigos el dramade Collin El Abismo Helado. Apoderóseentonces de mí el deseofirme de encarnar el drama en mipersona, y procuré asimilarme,con solicitud e interés especiales,el estado de ánimo necesario parahacer su presentación a un espectadordotado del espíritu de observación.
A medida que me fuí familiarizandocon la idea, fueron dibujándosey resaltando las líneasgenerales hasta llegar gradualmentea adquirir la forma queen la actualidad tienen. Hasta talextremo se ha posesionado de míel argumento durante su ejecución,ha dado tanta vida a todolo que en estas páginas se ha hechoy sufrido, que puedo decir,sin incurrir en exageraciones, quetodo lo he hecho y sufrido yomismo.
Cuantas referencias haga, porligeras que sean, a la condicióndel pueblo francés antes o durantela Revolución, serán exactasde toda exactitud, fundadas en lostestimonios de personas dignasde fe absoluta. Ha sido una de misaspiraciones añadir algo a los mediosde inteligencia populares ypintorescos de aquella época terrible,bien que firmemente convencidode que no hay quien puedaañadir nada a la portentosafilosofía que encierra la obra admirablede Carlyle.
Erase el mejor de los tiemposy el más detestable de los tiempos;la época de la sabiduría y laépoca de la bobería, el períodode la fe y el período de la incredulidad,la era de la Luz y la erade las Tinieblas, la primavera dela vida y el invierno de la desesperación.Todo lo poseíamos y nadaposeíamos, caminábamos enderechura al cielo y rodábamosprecipitados al abismo: en unapalabra, era tan parecido aquelperíodo al actual, que nuestrasautoridades de mayor renombreestán contestes en afirmar que,entre uno y otro, tanto en lo queal bien se refiere como en lo quetoca al mal, sólo en grado superlativoes aceptable la comparación.
Un rey de bien desarrolladasmandíbulas y una reina de caraaplastada se sentaban sobre eltrono de Inglaterra, y un reyde grandes quijadas y una reinade rostro hermoso ocupaban el deFrancia. Los señores de los grandesalmacenes de pan y de pescadode entrambos países veían clarocomo el cristal que el bien públicoestaba asegurado para siempre.
Era el año de Nuestro Señor demil setecientos setenta y cinco.En un período tan favorecido, nopodían faltar a Inglaterra las revelacionesespirituales. Recientementehabía celebrado su vigésimoquintona